La increíble historia del robo de un elefante en
Tecate
Miguelobo
Arsenio Alcántara, llegó a Tecate cuando tenía cinco años, lo trajeron
sus padres de Guanajuato en 1950. Cuando Arsenio tenía 14 años se llevó
a su casa un elefante de un circo –tal vez el “Circo Unión”-, que estaba
instalado en el terreno donde ahora está la unidad deportiva Eufrasio
Santana, tuvo que regresar el elefante, pero de todos modos se quedó con
él como trofeo, Arsenio se quedó con la historia, una historia del
tamaño de ese elefante.
Arsenio me cuenta la historia una mañana mientras tomamos café en el
único McDonald’s que hay en el pueblo, Arsenio siempre me cuenta sus
historias, son historias que Arsenio quiere que sigan flotando por las
calles y las esquinas, sobre las mesas y en los grandes patios de
algunas casas que todavía quedan en Tecate.
Tocante a lo del elefante –me platica Arsenio-, pues me hicieron
confianza en el circo y vi como con la vara como trataban al elefante,
las aprendí las palabras que trataba el domador al elefante y se me
grabaron y cuando lo vi suelto se me ocurre a mí con una vara hablarle y
me sigue, voy y lo meto a una zanja del cuartel –el cuartel viejo le
decíamos-, lo metí a la zanja, lo tapé con unos cartones y unas ramas y
que me voy por mi palomilla para pasearlos en dos pesos a cada uno.
Se ríe Arsenio por aquello “del que de sus maldades se acuerda”, hace un
alto y sigue: Y se me ocurre –dije: no primero voy a darle agua-, y lo
llevé a mi casa, acababa de comprar mi mamá cuatro tambos de a peseta,
pues fui a darle agua y resulta que se bañó, y tiró agua por todos lados
y el problema que ya no era el elefante, el problema la recia que me
iban a dar porque tiró toda el agua, y me lo vuelvo a llevar y voy y lo
encierro allá y me fui por la palomilla de mis amigos para pasearlos en
dos pesos a cada uno pero como estaba muy alto me vine por la escalera
El tono y el ritmo de Arsenio son perfectos, te pone en el escenario al
lado del elefante, al lado de la historia. Cuando me vine por la
escalera me encontró el amigo y me dijo: ¿Qué pasó?, –dijo-, ¿Dónde está
el elefante?, ¿Te lo trajiste, ¿verdad?, -no yo no me lo traje, él me
siguió-, Que me siguió ni que nada, eres mañoso –me dijo-, ¿Y dónde
está?, -ahí está en la zanja aquella, ahí tiene los cartones, asoma
medio lomo-, y cayó allá por él, -y luego me dijo- ¡Ay cabrón! Si me dan
ganas de llamar a la policía, pero se van a curar de mí –dijo-, se van a
burlar de mí no te ti porque donde voy a creer que una persona se ande
robando un elefante porque robarse un elefante es robarse un semai, ¡No
la jodas!, –dijo- ¿De dónde sacas tanta puntada tú?, en mi vida había
visto que hayan sacado al elefante del circo y que no lo hayamos visto.
Pues la raza ya vino y vieron que me lo quitó –pues ni modo, pa’ la
otra, pa’l otro circo que venga-. No alcancé a pasear a ninguno de mis
amigos porque me cayó el jefe.
Dice Arsenio que el elefante se llamaba “Chale”, que al enanito que lo
cuidaba le decían “Chorizo”, no era el domador, era como el mejor amigo
del elefante. “Chorizo” cantaba “Una Vaca Lechera” y se vestía como
“Cantinflas”. Arsenio supo muchos años después que el elefante aplastó
al enanito. A Arsenio su papá “le dio una recia” y le dijo que trajera a
otro elefante. No me dijo si volvió por Tecate el circo, el elefante y
el enanito, solo que él ahora tiene 70 años y cuando se llevó el
elefante a su casa tenía 14.